jueves, agosto 04, 2011

Vinilo vs CD: cuestión de producción

Una discusión muy frecuente entre los audiófilos y el resto de aficionados a la música suele ser la preferencia entre vinilo y CD.


Sobre el papel, el CD es claramente mejor: tiene un mayor rango dinámico, no se desgasta con el uso y su reproducción no presenta ruidos. Sin embargo, los fans del vinilo dicen que suena frío y digital, mientras que su formato favorito es cálido y detallista. Ambos tienen razón hasta cierto punto, pero no por los soportes en sí, sino por el uso que se les ha dado.

En los inicios del CD, los conversores A/D (analógico/digital), encargados de transformar la señal de audio en bits, tenían una calidad aún pobre que provocaba que los compactos se oyeran peor que los vinilos. Con el paso de los años estos conversores han mejorado mucho, pero los CDs no sólo no se oyen mejor que los vinilos, sino que se oyen incluso peor que los propios compactos de hace años. Si el formato físico es el mismo, la culpa no puede ser de éste como defienden los fans del vinilo.

El peor sonido del CD es debido a la guerra del volumen (loudness war). Esta guerra consiste, hablando en plata, en que a un mismo volumen del reproductor, un disco tiene que sonar lo más alto posible. Un audio más alto a igual volumen se consigue reduciendo la diferencia entre el sonido más bajo y el más alto que lo componen, es decir, usando compresión. Un audio comprimido, donde todos los intrumentos suenan al mismo nivel, le da al cerebro una mayor sensación de volumen (y a la larga un buen dolor de cabeza). Si reproducimos dos pistas con el mismo volumen de reproductor, la que suene más alta gustará más por razones psicoacústicas: haciendo una analogía visual, si consideramos que el rojo es el color que más nos llama la atención, es como si las películas se filmaran sólo en tonos de rojo lo más vívidos posible. Los álbumes en CD se han ido comprimiendo cada vez más para conseguir mayor volumen siguiendo objetivos meramente comerciales, mientras que esto en el vinilo esta estrategia es imposible por las propias limitaciones del formato.


El resultado de esta política comercial es un mercado lleno de CDs que suenan como motosierras, sin graves algunos y donde cuesta distinguir cada instrumento. Por contra, el mismo disco en vinilo presenta un sonido mucho más abierto con más y mejores graves, a costa simplemente de tener que subir un poco (o mucho) el volumen del reproductor. Si la guerra del volumen remitiese y los compactos se mezclaran y masterizaran con la musicalidad como objetivo, tendríamos CDs que sonarían mucho mejor que los vinilos, pero desgraciadamente esto no se hace.

Como broche, inspirándome en este interesante experimento (recomiendo leer los comentarios, aclaran algunas cosas sobre producción musical), he mezclado dos versiones en MP3 del tema Rope de los Foo Fighters: la primera toma que se oye procede del vinilo y la segunda del CD, alternándose ambas hasta el final del primer estribillo. He intentado conseguir un volumen lo más parejo posible:


Las diferencias son abrumadoras: no hace falta ser un técnico de sonido experimentado (ni siquiera amateur) para darse cuenta de que en la versión CD la línea de bajo prácticamente no se distingue, la batería suena enlatada y las guitarras parecen estar desgarrando el altavoz. Lo que es peor, al estar la muestra comprimida en MP3, la diferencia entre ambas se reduce, por lo que en sus formatos originales la comparativa es aún más demoledora.

2 comentarios:

Forebass dijo...

Sólo te quería decir que gracias por este pedazo de blog, lo he descubierto hace poco y aún no he tenido tiempo de leerlo detenidamente, pero se nota que le dedicas tiempo a las explicaciones, gran material de aprendizaje, enhorabuena.

Saludos

Jose Maria dijo...

Muchas gracias. Muy ilustrativo e interesante.