La intención de la banda, al menos lo que se desprende de la escucha del disco, es la de desarrollar un ambiente homogéneo basado en la melancolía durante todo el disco, con crescendos puntuales (Thieves, Isadore) que suenan más abiertos rompiendo el sonido instrumental opresivo general; también se aprecian ecos de Pink Floyd (In the Company of Wolves) e incluso guiños a un pasado cada vez más lejano (Switchblade) mezclados con algo del drum&bass de los Radiohead más presentes, para cerrar el círculo de nuevo con melancolía. El problema es que la melancolía es más bien letargia, con una banda a medio gas y un Brandon desatado al verse con todo el protagonismo y los crescendos suenan a baladas de discos anteriores (especialmente Adolescents, todo un refrito).
Básicamente a Brandon Boyd le han dado ganas de "madurar" y pasarse al disco conceptual, a la atmósfera y al juego de dinámicas, algo que Radiohead hiciera 14 años atrás en su OK Computer. El problema es que, mientras que el resto de la banda ha hecho los deberes con mayor o menor éxito, a Brandon le puede el protagonismo y empaña toda la sucesión de ambientes e intensidades con unas melodías vocales retorcidas e inapropiadas para el colchón sobre el que reposan. Es tan grande el desequilibrio que ya hay varios comentarios por la red acusando al disco de ser una obra de voz solista con banda de acompañamiento.
En líneas generales es un disco mediocre que no cumple las expectativas de nadie. Ni las de los fans, que seguramente esperaban algo más rockero o experimental, ni las del mercado, que se encuentra con un trabajo carente de hits, melodías o estribillos pegadizos ni las de los propios Incubus, que han querido hilar un conjunto de emociones de forma sutil y han acabado tocando con desgana bajo un Brandon Boyd que parece un elefante en una cacharrería.
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